La infección de los pulmones con bacterias, virus, parásitos u hongos se conoce como neumonía. En la neumonía se produce una inflamación o acumulación de líquido en los alvéolos (los sacos microscópicos presentes en los pulmones donde el oxígeno entra en la sangre). Aunque la neumonía puede afectar a individuos de cualquier grupo de edad, es probable que sea más peligrosa en los bebés, los ancianos y las personas que sufren otras enfermedades o tienen el sistema inmunológico suprimido. La neumonía se debe principalmente a una infección con una bacteria o un virus. Entre las personas que corren un mayor riesgo de desarrollar neumonía se encuentran los fumadores, los alcohólicos, los que padecen otros problemas médicos como la EPOC, el asma, el enfisema o el VIH/SIDA, los menores de un año o los mayores de 65 años, los que tienen una inmunidad deficiente, los que toman medicamentos para aliviar la ERGE o los que están malnutridos. La mayoría de los pacientes empiezan con síntomas de resfriado y gripe y luego desarrollan síntomas de neumonía (temperatura alta, escalofríos y tos con esputo oxidado o verde).